Convirtiéndome en Mackenzie: un médico transgénero en el NewYork-Presbyterian Hospital

La Dra. Mackenzie P. Lerario, neuróloga clínica y directora médica del Programa de Unidad de Tratamiento de Accidentes Cerebrovasculares del NewYork-Presbyterian, espera ayudar a otros compartiendo su historia.

Mi profesión es muy importante para mí. Siempre quise ayudar a las personas y tengo la oportunidad de hacerlo a gran escala todos los días como directora médica del Programa de Unidad de Tratamiento de Accidentes Cerebrovasculares del NewYork-Presbyterian y como profesora asistente de neurología clínica en Weill Cornell Medicine. En el pasado, he mantenido mi vida privada y profesional separada, pero al haberme abierto con mi familia como una mujer transgénero en mayo de 2016, me di cuenta de que ya no podía ser así.

Cuando acepté quién era yo en realidad, el 19 de mayo de 2016, mi esposa y yo celebrábamos nuestro cuarto aniversario de bodas. Me di cuenta de que ni siquiera mi compañera más cercana en mundo sabía quién era yo. Mi esposa es extremadamente importante para mí. El ocultarle la verdad era algo que me pesaba. Ella era consciente de que había algo diferente, que a veces usaba ropa de mujer o joyas, pero nunca lo habíamos hablado porque yo no estaba lista para admitir que era transgénero.

No hubo una sola cosa que me hiciera decidir que era trans en 2016, sencillamente se acumularon muchas cosas pequeñas durante muchos años. Siempre supe que era diferente y, en retrospectiva, desde mis primeros recuerdos, me doy cuenta de que siempre quise ser una chica, tener amigos que fueran chicas, jugar con cosas de chicas, vestir como una chica. Desafortunadamente, no tenía el conocimiento ni la fuerza para decir que no era un niño y la sociedad, en su conjunto, no era tan consciente de las personas transgénero que ahora están entrando en la política, el entretenimiento y en todas estas otras industrias.

 

"En el momento en que tomas esa decisión, “ahora soy una mujer, llámame de ella”, todo tu mundo cambia".

- Dra. Mackenzie P. Lerario

 

En nuestro aniversario, sentí la necesidad de comenzar a expresar mis sentimientos en un papel. Me di cuenta de que era una persona que era digna de ser amada, alguien que debía ser respetada y que esta persona puede ser compartida con el mundo. Así que empecé a escribir un poema y, al final, me di cuenta de que era transgénero.

En ese momento, todo lo que podía sentir era una ansiedad intensa, por estar expuesta, por ser rechazada, por no ser aceptada por lo que pensaba que era simplemente natural y normal. Temía que mi esposa se divorciara porque no se había casado con una mujer. Y no la habría culpado, pero ella no lo hizo, porque me ama. Ella ha sido y sigue siendo mi mayor partidaria, permaneciendo conmigo en este matrimonio, aún sabiendo que esta no era la persona con quien se casó, pero que en muchos sentidos, soy esa misma persona. Eso es lo que me dice y esa es la persona a la que ama y con la que quiere estar casada.

Fue muy difícil contárselo a mis padres. Son las personas que deben darte amor incondicional. Ellos son los que te trajeron a este mundo, por lo que el rechazo de ellos habría sido, creo yo, una crisis existencial. Su mayor temor era que su hijo estuviera expuesto a la discriminación y el hostigamiento. Me tomó un tiempo explicarles que al final del día esto no era una opción. Así es como soy, como nací y fue un cambio que necesitaba hacer para vivir mi vida. Creo que todo el mundo estaba en un punto de shock y sorpresa. Ahora mi mamá me lleva de compras. Ha sido fantástico, pero lo lamento por esas personas trans que no experimentan una historia de éxito como esta 

Después de hablarlo con mi familia inmediata en 2016, pasé tres años planeando mi transición. Trabajé muy cuidadosamente con un terapeuta de género para decidir cómo y cuándo salir públicamente, para establecer el marco mental y emocional para poder manejar el cambio, porque en el momento en que tomas esa decisión de “ahora soy una mujer, llámame ella”, todo tu mundo cambia.

Si no hubiera pasado tres años planeando este viaje, las cosas podrían no haber ido tan bien. Uno de mis mayores temores era perder los años de entrenamiento, mi posición dentro del hospital y mi posición como director de este programa, pero nada de eso sucedió.

La primera persona del trabajo al que le conté fue a mi jefe, el Dr. Matthew Fink, jefe de neurología aquí en Weill Cornell, e inmediatamente me apoyó y aceptó, y dijo: "Yo te apoyo". Y lo hizo. Muy rápido noté que había una ola de ánimo hacia mí y que habían más y más personas con las que quería compartir esto. La Unidad Móvil de Tratamiento de Accidentes Cerebrovasculares es un programa multicéntrico dentro del NewYork-Presbyterian que involucra a dos escuelas de medicina, Weill Cornell Medicine y Columbia University Vagelos College of Physicians and Surgeons, lo que significaba que habían muchas personas a las que necesitaba platicarles de esto. 

La experiencia real de hablar públicamente por primera vez como una mujer transgénero fue bastante transformadora. Fue en una reciente plática dentro del hospital, Diálogos sobre Diversidad. Mientras hablaba, me di cuenta del compromiso, del respeto de la audiencia y del apoyo de la institución, y ya no estaba nerviosa. Me sentí feliz siendo la persona que era y poder compartir esa persona con los demás. Fue una efusión de respeto, lealtad y apoyo.

Todo ser humano merece ser tratado con respeto. En el entorno médico no debería ser diferente, y de hecho, deberíamos mantenernos en el más alto nivel ético y respetar a todos los que trabajan en esta institución, así como a los pacientes que tratamos. En este caso, respetar significa llamar a las personas por el nombre con el que se identifican, por el género con el que se identifican y tratarlas como deciden expresarse.

Mi nombre significa el mundo para mí. Antes de salir le pregunté a mi mamá: “¿Por qué me llamaste Michael?” Ella dijo: “Me encanta ese nombre. Es un nombre tan masculino ". Todos pensaban que yo era masculino. Yo no. Mackenzie se siente como quien soy en realidad. Veo mucha bondad en Michael, pero simplemente no es quien soy. Le pedí a mi familia que me ayudara a elegir mi nuevo nombre. Tan pronto lo escuché, se sintió bien. Siempre me he sentido como si fuera esta persona por dentro, y ahora puedo expresarlo. No hay mejor sensación.

Tengo mucha suerte de no tener que estar preocupada por algún acto de discriminación en el trabajo. Eso dice mucho sobre la institución. Pero fuera de NewYork-Presbyterian, ser yo misma es todo un desafío. He trabajado más duro en el último mes, desde que admití mi género públicamente, de lo que lo he hecho en toda mi vida: salir de la casa, el trayecto a mi trabajo, viajes en metro o avión, en todas estas situaciones me expongo como quien soy en realidad. 

Gran parte de la fuerza que gané de niña con el síndrome de Tourette me ha ayudado a ser hoy mi verdadera yo. Tener esta síndrome no es algo que haya compartido con muchas personas. Me diagnosticaron con Tourette grave y trastorno obsesivo-compulsivo a los 5 años. Asistí a muchas reuniones de la Asociación del Síndrome de Tourette y conocí a músicos, atletas y otros con el mismo síndrome. Recuerdo que pensé que si estas personas pueden tener éxito y hacer lo que les apasiona, yo también puedo.

Esto me hizo querer ayudar a otros con enfermedades neurológicas. Ahora que soy transgénero, siento que puedo ser un ejemplo para alguien que está luchando. Me encantaría poder ayudar compartiendo mi historia para que otros puedan expresar su identidad auténtica. Quiero asegurarme de que las personas sepan que hay otras personas transgénero que viven una vida normal, exitosa y feliz con familias, con trabajos y contribuyendo a la sociedad.

Tantas personas en la historia que han sido extremadamente valientes me han allanado el camino y han pasado por condiciones mucho peores que las que he tenido para facilitarme hacer lo que hice. Dicho esto, lo que hice no fue una pequeña hazaña. Me gané el nombre de Mackenzie. 

World Pride 2019 ocurre todo el mes en la ciudad de Nueva York. El nivel de emoción por un futuro donde la aceptación, equidad y respeto no sea un problema, nunca había sido tan alto. Estamos a 50 años de Stonewall, cuando era ilegal ser la persona que soy, así que hay mucho que celebrar, y esta será la primera vez que lo celebre como realmente soy: una mujer transgénero. Estoy agradecida de tener la fuerza para dejar que el mundo vea mi verdadero yo, porque lo están aceptando. Salir como una mujer transgénero y vivir mi vida auténtica ha sido mi mayor logro.

 

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